miércoles, 29 de noviembre de 2017

Periodistas sin noticias

Cada vez que un acontecimiento estremece, recuerdo en cómo se vivía el clima en una redacción, el asombro, los debates, los causales y la mejor manera de contarle al lector. Pienso cómo se construía una noticia nutrida de la exploración y no desde el efecto.

 

Pienso, pero no lo puedo vivir ni reproducir en la soledad de compartir escuchar Tsunami, Libia, Guerra, Masacre, Oposición, Minería, Actos de gobierno y Actos de empresa sin el contexto de periodistas.


Entonces me cuestiono acerca de qué le falta a lo que veo y leo, qué posibles respuestas no puedo compartir con las personas que circunstancialmente tengo alrededor, en qué momento pasa de la espectacularidad a la nada. En que instante pasamos de la conmoción de Japón al beso de Shakira y Piqué.



Nos inculcaron que un periodista sin medio no tiene donde ejercer su profesión, creo que tergiversa un nuevo habitante de los medios: el periodista sin noticias. Aquél que por imposición de temas, reproducción de comunicados o limitación de sus capacidades en tiempo, espacio o economía no encuentra las herramientas para diseccionar un hecho, para que sea noticiable, para que traspase al lector con contenido y estilo.


 
Retomo la espectacularidad porque claramente observo en HD, los elementos moviéndose enmarcardos en un perfecto escenario, música de fondo, silencios abruptos y una voz en off reproduciendo lo mismo que estoy viendo. Hay una búsqueda de efecto constante, una exaltación a los estímulos entre lo inmediato y el miedo. Sensaciones cortadas y neutralizadas si es que le sigue una publicidad de yogurísimo o el video más visto de YouTube de un gatito derrapando. Otra vez me quedo sin respuestas pero peligrosamente siento que también me estimulan a quedarme sin preguntas, como si lo que debiera conocer es un abstract limitado de la realidad, esa, la que me mostraron, no hay más. Le sigue un mensaje positivo de obras del gobierno. El universo acotado y múltiple es muy parecido a la nada.


 
Paso las páginas del diario y las letras se caen sin atraparme. Llego a la última página cerrando folios en blanco, no me ha quedado nada para sentir en la yema de los dedos ni en el urdir de la mente. Es triste decirlo, pero con la edad comprendo a la gente que en un periódico lo primero que lee es el horóscopo y los fúnebres, en los extremos de la ficción del oráculo y la única certeza de la muerte como noticia.



Hay quienes no buscan responder a una agenda oficial ni se dejan tentar por llenar páginas de gacetillas (siempre y cuando el medio se lo permita) y guardan celosamente en sus escritorios, en una caja de cartón semi-vacía, una noticia. La tienen ahí, la miran de reojo acurrucada en un vértice y la cuestionan. Le hacen al menos cinco preguntas, intentan al menos cinco posibles respuestas. Se toman el tiempo de analizar cada detalle, tienen en claro de dónde viene y presumen cuáles eran sus intenciones. Y cuando han agotado cada instancia la descompone en letras y con un oficio único ponen en palabras lo que han podido observar y constatar por sus propios medios. Hay prisa, hay tiempos que se agotan porque la caja debe estar vacía para salir a cazar un nuevo hecho. Y lo más valioso de este hallazgo es que se han renovado las preguntas de ambos lados del mensaje, hay quienes esperan saber más y se ha s embrado la instancia anti-olvido.


 
Estas personas nómades de redacciones, salen de lo impuesto a recolectar. Primero en dónde ven la posibilidad de poder seguir respirando si traen consigo la noticia buscada. Deben enfrentarse a patrones que casi siempre responden a intereses que su libertad de empresa les ha limitado. Entonces quedan otras construcciones a explorar y pueden recurrir al referente más intacto: la diversidad de hechos que le acontecen a la gente común, con agudeza aprenden a escuchar y leer entre líneas… ellos son los afectados directos de los temas más espinosos e irreproducibles.


 
Tocan las espinas por tangentes, muchas convergen en un nuevo embrollo lacerante y lleno de púas a los que ellos, los periodistas, agarran con cuidado y los encierran en su caja de cartón para poder llamarle noticia. Diseccionan el hecho en un contexto, buscan más, encuentran y el ciclo de las preguntas se renueva. Una tarea de todos los días, quijotesca y en lucha contra la nada y el olvido. Entonces ya no suman a ese universo imaginario de múltiples efectos en donde se ha colado el contenido, ahora tienen un manojo de respuestas. Eureka. El periodista se ha reencontrado con la noticia.


 


Texto: Jimena Vera Psaró


DataRioja


08/ 06/ 2011
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