lunes, 26 de marzo de 2007

Penas y alegrías de la Chaya

Cuando febrero despunta entre las cosechas y el otoño, mientras las primeras lluvias acarician las montañas de La Rioja, tiene origen una celebración festiva que data desde la época Precolombina.
Es una fiesta de harina y agua llena de simplezas y simbolismos, que coincide en tiempos con el Carnaval de procedencia europea pero tiene su propia entidad surgida de penas hechas coplas.
La leyenda relata el amor nunca concretado entre Chaya -una bella joven de la tribu diaguita- y Pujllay un príncipe no aceptado por su espíritu alborotado y dicharachero.
Las continuas borracheras de Pujllay causó la desaprobación de los viejos del ayllu (tribu) y Chaya desilusionada partió a la montaña en busca de la muerte. Se dice que volvió en forma de nube y que cada gota de rocío que se mece en las flores del cardón, representa cada una de sus lágrimas. Así la bella india bendice desde el cielo a esta tierra agreste y escasa de agua.
Pujllay siguió apagando el dolor embriagado con chicha (una bebida alcohólica de fermento de algarroba) bailando en cada fiesta, siendo el dios burlesco que le daba el brillo a las reuniones y que tras su disfraz de locura escondía el hondo dolor que todo riojano sabe disimular. Una noche, cayó borracho a un fogón y murió así, en plena fiesta y ante la mirada dolida de sus celebrantes.
Toda su energía no podía quedar desapercibida por el pueblo diaguita, que decidió que si Chaya los ayudaba desde el cielo, Pujllay debería hacerlo desde el suelo, su entierro se cubre cada año con frutos y bienes que se espera sean duplicados al año venidero.
La fiesta se recrea en varios días de celebración donde un muñeco vestido andrajoso preside el encuentro del agua con el hombre, del agua con la tierra, y es el despojo de quien fuera Pujllay en un trono emulado, mientras las personas se tiran harina y agua perfumada con ramas de albahaca fingiendo alegría al ritmo de vidalas y coplas.
Es cuando el rito se vuelve plegaria, porque derrocha lo que más carece, rogando que en esta abundancia del agua, se invoque a la lluvia y se calmen las sequías. Aún en el calor del verano, los riojanos saben que Chaya, no descuidará sus descendientes y que de alguna manera ella improvisará la manera para besar con el rocío la tierra que guarda en su corazón al príncipe enterrado.
En febrero Pujllay se levanta de su trono testigo, ebrio sube al lomo de un burro y tambaleándose por su precario equilibrio es seguido por una multitud de festejantes que entonan canciones a su alrededor, beben y ríen, pero tienen en claro que el camino los conduce a un lugar apartado, en dónde una fogata hecha en el medio del gentío consumirá al hombre con forma de trapos, relleno de paja y esperanzas, estallando entre cuetes y nostalgias.
El dios se consume, sus cenizas se apagan con las últimas alegrías de la fiesta y entonces tiene lugar El Entierro. Se sepulta al dios bufón entre las lágrimas y las coplas más tristes entonadas, y la gente aprovecha para aligerar sus pesares en este culto respetado porque marca el final anunciado de la fiesta.
Pero en la misma tierra se siembran las esperanzas y los frutos para pedir prosperidad en el futuro y se despide al efímero rey de la Chaya hasta su próxima resurrección, cuando la albahaca perfume al aire nuevamente y la nube disipe rocío y fe por las montañas. Muere Pujllay, la fiesta de Chaya acaba, pero el corazón de los hijos de este pueblo tiene la certeza que ese amor que unió cielo y tierra marcará la abundancia y la prosperidad para el resto del año.

*Pujllay: (también Pusllay) voz cacana que significa jugar, bromear, alegrarse, se personaliza en un héroe ridículo en representación del príncipe diaguita.
*Chaya: palabra cacana que significa agua del rocío,y por ello también la Chaya vendría a ser así la búsqueda ancestral de aquella "diosa india" en la perenne espera riojana de la nube y del agua, signo de la Vida.
-definiciones de el Padre Martín H. Gómez en "Fiesta de Harina y Agua"

Publicado en Revista Express - febrero 2005

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